La primera vez fue casualidad. La segunda él quiso saber más sobre ella, pero el tiempo no le alcanzó, las palabras apenas pudieron salir entre el cuarto y el quinto piso, en el que ella se bajaba.
La tercera no estaban solos. Se notaba la ansiedad en la mirada de ambos. Entonces, fue ella la que preguntó, tratando de ocultar sus nervios, pero de nuevo los segundos fueron muy pocos.
¿Habrá un nuevo encuentro?
Es una lástima, y también una extraña fortuna, que las cosas no ocurran como se esperan.