Los brackets apretan en este domingo, la brisa llega suave a mi balcón y mis pensamientos se mecen como las hojas de los árboles que tengo en frente.
Como cosa rara no puedo estar completamente relajada, porque si bien estoy en vacaciones, tengo cosas pendientes: dos artículos para Comunicaciones de EAFIT. Sin embargo, siento que es un irrespeto trabajar el domingo, y no sé, tal vez adelante algo, pero por la noche.
Después de un sábado de rabia, de frustración y algo de confusión, vivo un día más tranquilo, de ideas más claras.
Estoy leyendo Salomé, de Fernando González, empezándolo de nuevo, como por quinta vez. Es un libro bueno, pero lo he dejado por inconstante y luego me he olvidado de donde iba, por lo que me toca empezar de cero. Quiero amar la lectura de nuevo, obsesionarme con ella. Leer en el baño, leer cuando me levante, leer caminando.
En este libro González observa las reacciones de la primavera en su gata Salomé, en él mismo, en la niñera Toní que lo tienta y lo mira con sus "ojos afelpados". Todo implora un castigo, ser sometido, subyugado. Y Fernando trata de alejarse del amor y del odio a través de la filosofía, pero no puede. Es el año 1.934 y se encuentra en Marsella, a punto de entregar su cargo de cónsul en Francia, porque se lo quitaron tras haber publicado El hermafrodita dormido.
"Yo había notado que las mujeres, cuando ya no aman, no se acuerdan, se enojan cuando se les recuerda", dice González en una de sus observaciones. Pienso que es cierto y parece explicar mi reacción cuando dejo de querer a alguien, porque sin aparente motivo siento rabia hacia esa persona si insiste en estar a mi lado...¡qué cruel!
Quisiera vivir por un tiempo en un país con estaciones y también estudiar los efectos que tienen estos cambios en mí.
Ah, madmoiselle Toni... No sabía que era un personaje en "Salomé". La conozco por la obra del Matacandelas y ando enamorado de ella desde entonces.
ResponderEliminarSi los posts van a ser como éste, creo que volveré a menudo.
Un abrazo.
PS: Y los domingos sí son de trabajo...
:) Desafortunadamente lo son, porque toca, pero si yo fuera presidenta no lo permitiría :P. Ni los domingos, ni los viernes en la tarde.
ResponderEliminarQué triste, te había dejado un súper comentario en esta entrada y se perdió.
ResponderEliminarDecía en resumidas cuentas que nosotros siempre queremos vivir en un país con estaciones, pero no hay nada mejor que el clima de Colombia. Lo digo no sólo porque el frío y el viento de acá es insoportable sino porque realmente según los grados uno se siente mejor, en invierno y en otoño sólo dan ganas de dormir!
Pues si, aquí llueve una semana seguido, pero uno siempre está a la espera de que salga el solecito de nuevo, así sea sólo por un rato para que después vuelva a llover.
ResponderEliminarPero lo decía por lo que decía Fernando González de que en el trópico nos sentimos eternos, y no apreciamos el ciclo de la vida que se puede ver en las estaciones.