1 de febrero de 2010

Bajo mis narices

La costra antes fue ampolla. La ampolla antes fue un punto rojo. El punto rojo antes era piel normalcita, hasta que un día se irritó, se enojó, se puso rojo de la rabia y se hinchó. Tenía tanta rabia contenida aquel puntico, que empezó a llenarse como de lágrimas, y fue así, rellenito de líquido que se convirtió en ampolla. Y el destino de toda ampolla es reventarse, indudablemente, más si se está lleno de lágrimas y rabia.

Ahora la ampolla reventada podría apreciarse como una pequeña dona, rosada, tierna, aparentemente inofensiva, pero en algo que era fruto de sentimientos tan oscuros, no podía quedar mucho de inocencia; por eso un día hizo erupción como un volcán, cuya lava amarilla no corría, sino que se pegaba de los bordes de la "dona".

El cúmulo de estos fluidos se fue endureciendo, se formó una coraza molesta, que arde y pica en el cuerpo de su portador. Y quién creyera que todo fue resultado de uno o de varios besos.

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