28 de julio de 2010

En brazos del gigante

El mundo se ve inevitablemente más pequeño a su alrededor, y él, imponente, majestuoso, pasa de un gesto aperezado a otro, como si nada más importara en ese momento, sólo su comfort.

Y como percibe mi inquietud, opta por una solución práctica: cruza su brazo derecho sobre mí, inclina su cabeza con ternura y me inmobiliza. Entre su aliento y cuerpo cálidos, la ansiedad se detiene y el sueño llega. No queda mucho por decir, en verdad, nada más importa.

1 comentario: